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Por entre los bosques y montañas de este parque hay dispersadas cabañas (se llaman cottages o huts en inglés) y nuestra idea era viajar de una a otra, armados con un mapa y una brújula. En total pasamos 4 noches en 4 cabañas distintas. Así pudimos disfrutar de la preciosa naturaleza de estas latitudes. No es una locura tan grande como parece, porque hay pistas que atraviesan el parque natural por las que pasan quitanieves todos los días.
El interior era así de acogedor:
Salvo el primer día, el resto tuvimos suerte de tener tiempo soleado. Eso no significa que hiciera calor, pero habría hecho más frío de haber habido viento.
Por cierto, fue una lástima que no viéramos auroras siendo ésta una zona tan propicia.
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La nieve era una constante, lo cubría todo. Si a eso le sumas una mañana pálida, te encuentras rodeado de blanco. Mirad si no estos edificios que parecen flotar en el aire:
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Cuando llegábamos los cottages solían estar helados pero al lado siempre había un cobertizo con leña para que hiciéramos fuego. En ese sentido están bastante equipados para los visitantes. En algunos había también cocina a gas, y siempre alguna mesa con sillas. En España no durarían mucho antes de que viniese gente a llevarse cosas.
En una de ellas tuvimos un ratón como compañero de habitación. Un poco asqueroso ya que teníamos que dormir con sacos de dormir en el suelo, jaja.
El paisaje era espectacular, nórdico a tope. A mí al menos me encanta: Bosques con árboles y árboles, todo cubierto de nieve y lagos congelados. ¡Muy bonito!
Podéis alucinar con las fotos:
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Para beber procurábamos no fundir nieve porque sabía fatal. En Las cabañas había hachas para cortar la leña y no lejos algún torrente de agua, lo que congelado. Con el hacha partíamos la superficie de hielo para coger agua.
Vimos un iglú, que estaba al lado de un restaurante. Hablamos un poco con el dueño. Muy extraño que hubiera un restaurante tan lejos del pueblo, se ve que a los finlandeses les gusta ir esquiando por ahí. Por falta de tiempo no nos quedamos.
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Especialmente interesante fue la noche que decidimos pasar en la cabaña de Kivipää, situada en medio de la nada (a unos 10 km de la cabaña más próxima). En cada una había un libro de visitas en el que veíamos visitas más o menos cada día. Sin embargo en el libro de Kivipää había como una visita al mes... no está pensada para que vaya la gente.
El espesor de la nieve era de casi un metro. Para andar por ella usamos snowshoes, raquetas especiales para andar por nieve. Si no, te hundías hasta la cintura. Con ellas se iba mucho mejor, menos mal. ¿Os imagináis tener que recorrer tantos kilómetros sin ellas?
Dejábamos esta traza detrás de donde pasábamos:
Estuvimos caminando 7 horas seguidas porque dimos vueltas y vueltas. Subimos y bajamos montañas como la de la foto que abre el post y la de la siguiente, que parecíamos los de "Al filo de lo imposible".
"Es peligroso cruzar tu puerta..."
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En conclusión, a pesar de llegar muy cansados a casa fue un viaje con mucha aventura que volvería a repetir sin dudar, sobre todo porque ahora ya somos más "profesionales". ¡Sobrevivimos a Laponia!
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